El peso de la utopía

De entre tantas cosas que carecemos en Cuba, la palabra disentir nos las robaron del español. Fidel Castro se apropió de la definición de disidente y nos la devolvió como algo negativo, una etiqueta al mismo nivel de “gusano” y “contrarrevolucionario”. Los actos violentos de ayer contra Anamely Ramos, Camila Ramírez Lobón, Katherine Bisquet, Tania Bruguera y tantos otros en todo el país, muestran hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen cubano para seguir en la construcción de una utopía que solo existe para perpetuar la dictadura.

Los videos y textos que circulan sobre la represión quizás pasen desapercibidos para muchos cubanos, preocupados más que nunca por sobrevivir. Pero también pasarán inadvertidos porque nos han enseñado que esos actos de insubordinación son “pagados por el imperialismo”. Nadie tiene el derecho a disentir, ¿cómo alguien puede creerse el cuento de que una o varias personas arriesgan su vida, su tranquilidad mental y la de su familia por dinero? Lo creen porque el gobierno cubano es dueño de la verdad absoluta y durante años ha inoculado estas ideas a través de la educación, los medios de comunicación, las reuniones cederistas, de la UJC y el Partido.

Casi a cualquier lugar del mundo donde llega un cubano, lleva el peso de la utopía de una izquierda que solo existe en los discursos que se repiten una y otra vez: “la pequeña isla que venció al imperio”; el lugar donde no hay violencia y donde la educación y la salud son gratuitas. Estas tres frases para Latinoamérica, específicamente, son muchas veces ilusiones y anhelos en medio de historias de trágicas dictaduras y violencias sin fin. Cuando un cubano desmonta estas construcciones ideológicas en cualquier conversación, no llegamos a un acuerdo porque el peso de la esperanza en un sistema próspero cubano es más fuerte que cualquier otro dato. A veces ni fuera de Cuba está permitido disentir sobre Cuba.

El miedo…el miedo siempre, que no nos deja pensar sin autocensurarnos. Que mi familia se preocupe por lo que escribo y digo en las redes sociales sobre Cuba no es más que un síntoma de lo que el miedo, usado de manera efectiva puede lograr, porque conocen de la represión, pero prefieren no nombrarla. La palabra represión también nos fue prohibida. Decir lo que uno piensa sobre Cuba entonces es cosa de locos, un “acto egoísta” que puede afectar a familias y amigos y que no vale la pena porque “todo seguirá igual”. Pero esta frase solo ayuda a perpetuar la utopía de un país que no existe, pero que no nos atrevemos a desdibujar.

Que un Teniente Coronel le haya dicho a Anamelys Ramos, curadora de arte, que “estuviera feliz porque le habían perdonado la vida”, que “nosotros somos los dueños de la Revolución y de la libertad de opinión” y que “la policía estaba para reprimir” a personas como Anamelys que “no acataban órdenes” (https://www.facebook.com/100004346346499/videos/1695152173972978/); muestra lo todopoderoso de un régimen que no puede permitir que muera su utopía. En esa realidad, la del Teniente Coronel, los cubanos solo existen para alimentar la utopía y perpetuar el miedo. Mientras sigamos inmóviles, callados, cargando con el peso de una utopía de la que solo somos piezas colocadas a conveniencia, daremos aliento a una dictadura que controla, reprime y pide, a cambio, agradecimiento.

Incertidumbre

La inseguridad de cruzar fronteras, la seguridad de que es necesario.

La incertidumbre del presente, la certidumbre de que el futuro está a miles de kilómetros del suelo que pisan ahora sus pies.

Salir de Guatemala, Honduras o Nicaragua hacia Estados Unidos convierte a cada persona, a partir del día que toma la decisión, en un ser invisible, para los ojos públicos solo formarán parte de la masa amorfa de emigrantes. No sé si algunos valorarán los riesgos, pensarán que pueden quedar bajo tierra en alguna parte del camino, pero si lo saben o lo imaginan prefieren lo incierto antes que la certeza de que deben seguir una vida insegura en el lugar que llaman hogar. Sigue leyendo

Nostalgia

01Hoy me duele Cuba. La sufro por todas partes, incluso por encima de los 1400 metros que pisan mis pies. Trato de mirarla como una imagen congelada a la que volveré para una vez más dejarla en el mismo lugar, pero ya no sé si será así. Tengo miedo de regresar y encontrar un espacio diferente, donde los trenes no circulen y los embotellamientos produzcan pánicos, donde la gente no recuerde el apiñamiento de las guaguas o el dolor de callar. Sigue leyendo

La ilusión del pez

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

¿Quién es Dios, dónde está? ¿Quién soy yo?

Se preguntaba el pescador mientras alzaba el cordel vacío. Llevaba una semana de pesadumbre y desespero, su anzuelo no capturaba ni un pequeño pez. Si realmente él existía y no era parte de una historia de ficción, entonces el destino le había preparado un camino tétrico. Pero qué tal si tan solo era la representación de alguien, ¿podría darse cuenta?; ¿y si su vida era una mentira?

Mientras estos pensamientos abrumaban su cabeza se percató de que algo desde abajo halaba su mano. Por el tirón que le daba a su brazo debía ser un pez bastante grande, lo suficiente para alimentar a tres bocas en el día.

Tiró del cordel cuidadosamente, pero con fuerza. Luego de tantos días comiendo sopa de ajo y harina, ya podía sentir el sabor del pescado en su boca. Cuando al final tuvo el anzuelo ante sus ojos vio que estaba vacío. Era todo una ilusión.

La estupidez humana

man-facing-southeastAlgunos tan solo se convierten en polvo y ceniza. Polvo que se lleva alguna brisa de viento y ceniza que abona la tierra y se mezcla con otros tiempos, pero que no trasciende.

Caminamos, muchas veces sin encontrarle una explicación lógica a nuestros pasos. Conversamos, lloramos, reímos, cantamos y bailamos pero en ocasiones por una reacción de nuestro cuerpo, no por el placer de dejar ir todo un río de emociones. Tratamos de encontrarle explicaciones al llanto, la risa o al amor, pero terminamos por dilucidar ideas incoherentes que nos sirven para conformarnos. Para lo sublime resulta difícil encontrar explicación, tan solo se siente, se vive y se llega a un estado de letargo confundible por los idiotas con la locura.

¿Para qué sirve la vida si no tenemos el placer de encontrar lo sublime? ¿Qué valor tiene despertar cada día sin encontrar algo que nos robe un suspiro; sin escuchar una melodía que nos levante los pies de la tierra y haga que levitemos aunque sea por unos breves tres minutos?

Hace unos días reencontré a Eliseo Subiela en mi camino, lo hallé en Hombre mirando al sudeste preguntándose por el sentido de la estupidez humana, por los autómatas que suelen andar por allí llevando el sello de hombres. Esos tan solo son polvo y ceniza, destinados a la nada, al vacío perturbador.

¿Por qué Rantés mira al sudeste y no al norte o al sur? Para Subiela en el sudeste se muestra el interior del ser, aquello que dota a cada persona de humanidad. Hay gente que cada día deja de ser humana, con el transcurrir de los meses van perdiendo esa condición hasta convertirse en una nada autómata que anda y actúa por reglas preestablecidas. Sigue leyendo

Amanecer

Amanecer Casi amanece. Bretón me despertó más temprano de lo habitual para llevarme al malecón y saludar el inicio del día, el despertar del Sol sobre el mar. Llegamos demasiado temprano, aún la noche nos acompaña, aunque ya comienzan a verse el cielo naranja frente a nosotros.

Aún continúan en sus botes los afanados pescadores en la búsqueda del sustento, el alimento para no śe qué cantidad de bocas y estómagos. Nosotros esperamos ver el Sol, mientras ellos en el silencio del mar aguardan los peces. No sé si tornarán su mirada al amanecer o tan solo se sumirán en los pensamientos de subsistencia que los acompaña a cada hora.

A esta hora áun puedo ver la Luna y junto a ella viene a mis oídos, para perturbar el silencio, el Claro de Luna de Debussy. ¡Cuánto misterio esconden estas horas!, o tal vez soy yo quien se enfrasca en ver más allá de lo visible.

Llevamos frente al mar más de una hora. La gente nos pasa por al lado corriendo sin ver lo que ocurre frente a sus ojos o quizás ya estan cansados de ver la misma escena. Aunque para mí la salida del Sol siempre será diferente. Nunca logrará los mismos colores ni tonalidades. En mi andar por distintos parajes de Cuba jamás he visto uno que se parezca a otro.

Son algo más de las siete y ya comienzan a apagarse las luces de la ciudad. Se acerca el ritual sagrado. El instante en que Helio pasa frente a nosostros con su carro “tirado por toros de fuego” y nos deja un nuevo Sol.

Justo al lado del Morro las nubes se tornan naranja y dejan ver un círculo casi perfecto. El amarillo usual con que suele representarse el astro rey no apareció hasta una hora después. Este es el tiempo de los maestros del Barroco y los tonos claroscuros. El anaranjado del Sol llena el horizonte y devela la grandiosidad de la Madre Tierra, quien nos regala instantes únicos.

Quisiera retener en mi retina y mi memoria este amanecer. No solo fue la presencia de Bretón, su mirada perdida en el horizonte. Este Sol llegó más allá de mi imaginación y apreciación visual. Nunca había visto uno tan hermoso sin los rayos que queman y ofuscan los ojos. Apareció sereno, con los acordes sublimes de uno de los conciertos para dos violines de Johan Sebastian Bach.

Ya amaneció. El Sol comienza a quemarnos las pupilas. Bajamos del muro del malecón habanero en silencio, con la sensación de que hemos vivido uno de los instantes más sublimes de la vida.

La pluie

efecto-de-lluvia-vegas-proA Madame la Pluie, por regalarme su canción

Al compás de las primeras gotas de aguas escribo estas líneas. Estoy lista para bailar sin importar cuán húmedo esté el suelo. Quiero danzar contigo sin pensar que nos miran como locos.

Ya no le hayo sentido a lo que piensa el viejo de enfrente, tan solo me interesa disfrutar el placer de dejar correr la lluvia por mi rostro, mientras me tomas las manos.

Hoy es un día extraño y mágico: descubrí la canción de la lluvia. Una madame me la enseñó y ahora deseo compartir el ritual de iniciación danzaria contigo.

Cuando empieces ya no podrás dejar atrás esta melodía. Será un regalo para tu noble alma. Abrázame y ayúdame a bailar mientras cantamos La pluie.

Ya el cielo deja de desbordarse, pero no podemos parar de danzar… es el misterio de La pluié que nos inundó.

50 años de resistencia

nam_june_paikMientras el 4 de octubre de 1965, habitantes de la ciudad de Nueva York madrugaron para lograr abrirse paso entre la multitud y acceder a la catedral de San Patricio, quizás con el propósito de orar, protestar o recibir la comunión de las benditas manos del Papa Paulo VI, el coreano Nam June Paik desde un taxi y con su primera cámara portpack SONY en la mano, registró el acontecimiento. De esta forma cuenta la historia oficial el nacimiento del videoarte. Pero como todo acontecimiento pasado está marcado por la contradicción, existen investigadores enfrascados en apuntar que en ese año SONY no había fabricado su primera portpack. Sea cierto o no, así quedó legitimado el suceso.

Antes de la polémica fecha, disímiles textos cuentan los antecedentes del videoarte a partir de la oposición a la televisión y, por supuesto, el músico Paik y el pintor Vostell ocupan el lugar de los personajes protagónicos. Dos años antes del llevado y traído momento histórico, el polifacético asiático expuso en la Galería Parnasse de Wuppertal, Alemania, su muestra Exposition ofMusic-Electronic Television. Mediante televisores con las imágenes distorsionadas, pretendió transformar las relaciones habituales del receptor con la llamada “caja tonta”.

Casualmente -nótese la ironía- en el mismo 1963 Vostell expuso su 6 TV Dé-coll/age donde reflejó en monitores de televisión representaciones llenas de interferencia. En la oración precedente empleé un tono irónico por la siguiente cita del artista Eugeni Bonet, que aparece en un dossier publicado en el año 2006 por el Museo Reina Sofía:

Poco importa si Vostell falseó las fechas de ciertas obras o proyectos, urdiendo ficciones autobiográficas para acompasar sus pasos a los de Paik, o incluso por delante, su manera de abordar la televisión y el vídeo tiene finalmente un sello bien distinto, partiendo del concepto de dé-coll/age con el que describió desde 1954 su obra plástica, happenings y environments.

Una parte relevante de los primeros creadores de videoarte provenían de vanguardias artísticas, por lo que no fue fortuito el uso del video como forma de registro y difusión de performance y body art. En esta última manifestación uno de los referentes más cercanos, reconocidos y polémicos fue la obra de la francesa Orlan, quien de 1990 a 1993 realizó un trabajo que nombró La reencarnación de San Orlan. Su propuesta conllevó a provocar en su cuerpo varias intervenciones quirúrgicas con el fin de convertirse en otro ser. Los cambios incluyeron adoptar rasgos de Europa, Venus y Diana, entre otras figuras míticas. El experimento estético fue grabado en video y así completó su obra: logró la ubicuidad y el poder de la transformación, “dones” de entes sagrados.

El videoarte rompió con la lógica comercial y funcional de la televisión. Desde aquellos años de entierros de televisores y grabaciones con portpack SONY, pasó a convertirse en un espacio de resistencia y experimentación. En medio siglo ha andado casi todo el mundo, echando raíces en contextos culturales tan diversos o insospechados como París, Barcelona o Camagüey.

En 1965 la videocreación quedó marcada por lo inesperado: un coreano filma al Papa (no la llegada del metro ni gente caminando por Nueva York, sino al representante de Dios en la tierra) y legitima así el nacimiento de un nuevo lenguaje audiovisual. Lo inusual aún persigue el videoarte: en tiempos donde las últimas innovaciones tecnológicas acompañan las obras, llegan a Camagüey personas de Israel, Benin o China para participar en la quinta edición del Festival Internacional de Videoarte de Camagüey. Aquí aún filmamos con “cámaras de palo”, pero desde este lugar inexistente para muchos, se crea y piensa el videoarte para continuar en la resistencia de un arte signado por lo inusitado.

Viaje al séptimo continente

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

 

A penas me acostumbro a la idea de que regresé a la vida ordinaria, al tiempo de los problemas y conflictos cotidianos.

El séptimo continente sigue allí, pero yo volví sin deseos de caminar por la ciudad, me acostumbré demasiado pronto a respirar el aire puro, sentir el barro rojo bajo mis pies y percibir la conexión con la naturaleza, esa paz eterna que tan solo ella puede ofrecer.

Las cavernas son uno de los grandes misterios que la Madre Tierra le brinda al hombre, el séptimo continente aún por descubrir. Tras la búsqueda de un nuevo mundo, a más de 40m bajo el suelo, fui hace unos días con el Grupo de Estudios Geográficos, Espeleológicos y Medioambientales (GEGEM).

Antes de partir, agoté todas las posibilidades imaginativas para describir el lugar, pero la realidad desbordó mis pensamientos. El sistema cavernario México, del que tan solo conocí una parte, resulta enigmático y un reto a la osadía de cualquier persona atrevida. Hasta ahora las únicas entradas son verticales y la boca de El Saco es la de más fácil acceso, al menos hasta el momento, tiene alrededor de 10m de altura.

El primer reto que debí enfrentar fue aprender a bajar con un arnés y desplazarme con los pies apoyados en el diente de perro. La bajada no me preocupó, pero sí la subida que requirió escalamiento, aunque siempre con un arnés para la seguridad.

Al principio pensé qué podría hacer yo más de ocho horas dentro una cueva y creí que el tedio me consumiría, sin embargo, a penas sentí el tiempo, descubrí el placer de no perseguir minutos y horas. Allí dentro quedé atrapada en el enigma de México. No importa que afuera llueva, llegue la noche o pasen las estaciones, dentro siempre será igual el ir y venir de murciélagos y la temperatura continuará fresca.

Todo parece estático. La mirada se pierde entre estalagmitas, estalactitas y salones con galerías laberínticas aún por explorar, con piedras agrestes que parecen enormes cuchillos afilados. Sigue leyendo

La aldea inmóvil

AtrapadaLa aldea cerró sus puertas al mundo. A inicios del año de la serpiente ya nadie pudo entrar o salir de aquel lejano territorio perdido en el tiempo.

Al principio los habitantes atacaron las fronteras, protestaron, pelearon y algunos murieron en el intento. Pero con el tiempo, se cansaron de pretender romper el portón. El inmovilismo llenó cada rincón del pueblo.

La gente comenzó a caminar por puro instinto sin preocuparse por los zapatos rotos y los agujeros de las calles. Con el transcurso de los días dejaron de observar a quienes transitaban a su alrededor. Cada rostro pasó a ser el mismo, con variaciones de rasgos físicos, pero con la misma expresión triste y nostálgica encerrada en la mirada.

Los vagabundos abandonaron el deambular, quedaron detenidos en el primer piso que les pareció más confortable. Las parejas andaban atadas de las manos, encerradas en prejuicios y convencionalismo de la nueva sociedad. El pensamiento entró en un proceso de involución. Las ideas fueron atrapadas por paradigmas de un siglo atrás.

Quien pensaba diferente era atacado por la gran masa y aplastado como el más repugnante insecto, pocos pudieron escapar del cuadrado ideológico. En cualquier parte las personas repetían los mismos discursos sin variaciones de puntos y comas.

Las bibliotecas pasaron a ser un vulgar almacén de libros. La aldea dictó que había textos que incitaban a pensamientos peligrosos, por lo que debían ser reducidos a cenizas. Una sola editorial tenía permisos de publicación de obras encaminadas a la educación sobre inmovilismo.

Las pautas artísticas fueron ordenadas por entidades superiores. El arte, tan revolucionario siempre, quedó detenido en un gran pantano. Pinturas y filmes comenzaron a repetir concepciones y la creatividad sucumbió ante el automatismo.

Ahora vivo atrapada en la inmovilidad, pero aún no se ha apoderado de mi cerebro. Junto con otras personas logramos encerrarnos en un viejo cine que ya nadie recuerda. Aquí trajimos libros y películas prohibidas, es la mejor forma de combatir la falta de movimiento neuronal. Cuando salimos a la calle adoptamos la misma expresión facial y discursamos sin causar polémicas.

Así hemos vivido todos estos años, con el temor de ser absorbidos por la aldea. La incertidumbre nos desvela noche tras noche y en ocasiones se vuelve insoportable la subsistencia.

A veces cuestiono el estado general del sitio. ¿Viviré atrapada dentro de una aldea ficticia, creada por la imaginación de algún insatisfecho? Prefiero creer que es así, al menos de esa forma tengo la esperanza de salir libre de la inmovilidad. Con la otra variante viviría en la eterna incertidumbre de ser descubierta y adoctrinada por el conformismo y la estática.

Comienzo a dudar quién soy, ¿me habrá atrapado el inmovilismo?